Iban cayendo quienes se cargaban a su prójimo. Quedaban encerrados
y hacinados en las cárceles por sus crímenes y los muertos desde otro
lugar les reprochaban el asesinato.
El cargo de conciencia se hacía insoportable durante las noches.
Las leyes universales y las religiones impedían llevarse la vida de otro.
martes, 26 de junio de 2007
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